Tasha Marlow

Nunca fue fácil crecer en un suburbio de Detroit, y sino que se lo digan a Tasha. Nacida el dos de julio de 1990, fue adoptada por un matrimonio con poca visión de futuro pero con un sueldo fijo. Se convirtió en la tercera de cuatro hermanos. Sus padres, un ama de casa y un mecánico aficionados a los concursos de la televisión y a soñar con unas vacaciones en la playa no se preocupaban mucho por sus hijos, así que la pequeña Marlow creció básicamente en la calle al cargo de sus hermanos mayores, unos camorristas y unos macarras de mucho cuidado.
Si hubiera recibido una educación diferente hubiera sido de otra forma, pero qué le vamos a hacer. Con sus hermanos se curtió en peleas y aprendió a intimidar, a amenazar y a mentir. Ganó fondo a base de corridas por haberle robado la cartera a algún turista despistado y se hizo famosa por su sonrisa de niña buena ante la policía, que pasaba de vez en cuando por allí. Era la niña mimada del grupo de amigos de sus hermanos, porque a la pequeña Tasha no la toca ni Dios, y hasta los dieciséis procuró ir a clase lo más frecuentemente que pudo. A partir de ahí la cosa fue decrescendo.
Todo fue por sus poderes. Desde que era pequeña lo había notado, pero nunca había querido decir nada. Quizás el que la llama del mechero de su padre no le quemara sería normal, y el que después la llama creciera o decreciera según movía la mano, también. Pero a medida que pasaban los años iba descubriendo más y más cosas, hasta que a los catorce años se dio cuenta de que aquello era raro. Muy raro. Pero tampoco dijo nada, aunque siguió jugando con lo que había decidido llamar poder. Con práctica había descubierto que podía crear fuego de la nada y que podía controlarlo a su antojo, y aquello le gustaba. Le gustaba mucho. Pero, cuando cumplió dieciséis años, la cosa se descontroló. Estaba en su habitación y quiso saber hasta cuanto era capaz. Lo próximo fue una explosión en el piso que provocó la muerte de sus padres y de dos de sus hermanos, a parte de los vecinos. ¿Y ella? Ella era como una bola de fuego cuando salió del edificio en llamas, asustada.
No sabe muy bien lo que pasó después. Todo fue muy confuso, o quizás ha intentado olvidarlo y dejarlo pasar. La cuestión es que se trasladó a la base de Raine en Washington y, allí, la adiestraron y le enseñaron a controlar su poder, la piroquinesis. Desde los dieciocho se ocupa de hacer misiones para la compañía, aunque a veces tenga ciertos… problemillas. Ya se sabe que Tasha no se lleva muy bien con el protocolo.


Tasha Marlon son todas las veces en las que la vida nos pide más de lo que podemos dar. El mundo estallando a tu alrededor, todo en lo que creías resquebrajándose como una fina capa de hielo bajo tus pies. Es todas las veces que la vida te ha tirado del tren y te has caído contra las vías rompiéndote todos los huesos, todos los sueños, todas tus esperanzas. Tasha Marlow es cuando despiertas al día siguiente y recuerdas a tus padres chillando mientras se queman segundo tras segundo, y te tienes que levantar para ir a trabajar. Cuando no te sientes el alma ni los sentidos, y las palabras suenan huecas. Cuando pierdes todo lo que tenías. Ya no vale el talento, ni la fuerza, ni la suerte. Sólo te puede salvar la determinación, la voluntad interna de querer sobrevivir y sobrepasar tus propios límites. Nunca sabes si está contigo o contra ti, pero lo que si sabes es que ella será la primera en salir huyendo cuando la bomba le de cinco minutos antes de estallar.

Cumple las órdenes de Jenkins con eficacia. Y, cuando lo hace, sientes que es tu alter ego castigador, la imagen que tienes de ti mismo administrando justicia con mano de hierro. Cuando Tasha Marlow aprieta el gatillo, tú también lo haces; cuando golpea a alguien, notas la carne en los nudillos. Y, por si no lo habías notado, Tasha Marlow hates you all. Le importa un pimiento lo que pienses de ella y no intenta gustarte. Ni se hace la simpática, ni sonríe de oreja a oreja, ni intenta hacerte cumplidos. Si te gusta o te disgusta, no le importa. Su indiferencia te tortura y te atrae al mismo tiempo. Se meterá en tu cama buscando en el sexo el pulso de una vida ya muerta, te provocará para que le pegues un puñetazo a ver si en el dolor encuentra el rastro de sus emociones. Natasha le escupe al mundo para ver si el mundo le devuelve el golpe y así despierta de la pesadilla en la que se ha metido.

Sus palabras son certeras y astutas, como dardos que se clavan en tus puntos más débiles. En tus miedos, tus preocupaciones, tus inseguridades. Tiene en sus labios un veneno mucho más poderoso que un cuchillo afilado: tiene la capacidad de la empatía. Sabe leer las cartas que hay encima de la mesa y avanzarse a su jugada. Puedes tener todos los motivos para desconfiar de ella, pero te hará cambiar de opinión con su retorcida retórica, sus ojos entornados encima de ti, el tono monótono de su voz que se mete en tu cabeza cambiando tus ideas de lugar. Envenenará tu corazón e invertirá tus valores, aún cuando la tengas de rodillas y desangrándose contra el suelo. Tú único error será escuchar. Creerás que todo se te ha ocurrido a ti, pero ha sido ella, manipulando tus emociones hasta convertirte a ti mismo en tu propio enemigo. Dice que es por tu bien cuando en realidad lo es por el suyo, hace ver que te ayuda a encontrar la verdad pero lo que hace es dirigirte hacia la verdad que más le conviene. Su único interés es el suyo propio, su único objetivo el de salvar su cuello.

La mirada concentrada en rabia, la sonrisa visceral, la vena hinchada en la sien. Tasha es ese momento en el que estás dispuesto a cruzar la frontera, la línea entre lo que estás dispuesto a hacer y lo que jamás deberías. Cuando la ambición supera la moralidad. Es desear algo de una forma tan intensa que para conseguirlo eres capaz de ensuciarte el alma. Es todo aquello que no te gusta pensar sobre ti: que eres cruel, egoísta, malicioso y mentiroso. Es el veneno maloliente que recorre tu cuerpo, el lado oscuro que te ocultas hasta a ti mismo. Son las cosas que más odias, las que te parecen más despreciables, las más sucias. Es cuando deseas algo de forma tan obsesiva que recorres a tus instintos más primarios. La traición más pura, la trampa, la venganza.

Y puede que intentes salvarla, pero al final tus alas de ángel se quemarán con ella.


De estatura un poco por debajo de la media, pelirroja y pálida, parece que está perpetuamente enferma. Parece siempre agotada, consumida, como si se hubiera cansado de todo aquello y lo único que quisiera hacer fuera salir a la calle para romper caras contra el asfalto, como suelen pedir las botas que siempre se pone. De ojos verdes y labios finos, suele abusar del delineador de ojos negros cuando la invitan a alguna fiesta o cuando sale por las noches. En cuanto a su vestimenta, su armario está lleno de vaqueros, camisetas de tirantes, chupas de cuero y botas al más puro estilo militar y new rock.


- Tiene la habilidad de controlar totalmente el plasma incandescente y parcial sobre la temperatura que le rodea. Esto significa, a ojos de otra persona, que puede crear llamas de la nada, manipularlas y darles forma a su voluntad, incrementando y disminuyendo su calor, intensidad y tamaño.
- Fuma mucho y de todo.
- Tiene un tatuaje en la parte de la mano exterior que separa el pulgar del índice. Pone "monster".
- Se ha ganado bastante fama en Raine por pasarse un poco cuando tiene que coseguir información para la agencia. Ella argumenta que, a veces, cortar dedos es necesario.
- Sólo le hace caso a Jenkins.
- Su música favorita es el punk, el garage rock, el heavy metal y el ska.
- Es bisexual.
- Su canción favorita es Summer in the City, de The Spoonful Love.
- Le gustan los coches de tracción trasera, sobretodo los mustang. Es más, conduce uno de color negro con música de los sesenta de fondo.
- Casi siempre lleva unas gafas de sol Ray ban puestas; no le gusta que la gente sepa hacia donde mira.
- Es muy malhablada.
- Miente más que habla.
- Tiene un corcho en su habitación en el que pone la foto, el nombre y la relación que tiene con todos los que conoce, así como flechas que los conectan unos con otros.